Este jovenzuelillo tuvo a todos preocupados en Arco Iris durante los primeros días de clase; llegaba a la matinal llorando y no paraba de hacerlo hasta la hora de recogida, jornada escolar de por medio. Tanto su seño como los monitores del aula mañanera estabamos bastante angustiados por él, ya que no atendía a razones. Pero un día se me acercó por su cuenta (tras infructuosos intentos por convencerle de que no merecía la pena estar triste) y me dijo "profe, ya no voy a llorar más, ¿vale?".
Así de sencillo y así de repentino. El caso es que fue consciente de que andábamos tristes por él y cumplió su parte del trato, no volvió a llorar y ahora es de los miembros más alegres de nuestra "pequeña" familia arcoirisiana... Cuando está especialmente emocionado, aletea como un pingüinillo, a la foto me remito...
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