Son Lucía y Miguel Ángel, residentes educativamente en Arco Iris y muy, muy amigos. Resulta refrescante la naturalidad con la que a esas edades se aprecian y la ausencia de reparos en demostrarlo; luego esos reparos afloran (niñas y niños por separado, ya se sabe) y la naturalidad absoluta ya nunca volverá, con lo que esta tierna se antoja oro molido y ejemplo de relaciones humanas.
Una sonrisa para acabar la semana...
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